La pelea de una cipoleña para llevar el apellido de su padre
El hombre la visitó durante un tiempo, cuando era niña, y luego le enviaba postales. Ya adulta, pudo reconstruir su historia.
En su infancia, una mujer guardó postales que llegaban desde Italia. Todas estaban firmadas por el hombre que, por un tiempo, la pasaba a buscar por la escuela y compartía momentos con ella. Según su relato, él jamás puso en duda que era su padre, pero nunca la reconoció legalmente. Y cuando murió, ella tenía apenas ocho años.
El tiempo pasó. La madre, que la había criado sola, siempre se opuso a iniciar cualquier acción legal. Nunca quiso que su hija reclamara nada. Pero un día, ya adulta, la mujer decidió avanzar. Presentó una demanda ante el Poder Judicial de Río Negro. Quería algo que no estaba escrito en su documento de identidad: el apellido de su padre.
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Contó que su madre había quedado embarazada en el contexto de una relación sentimental con un hombre casado. A partir de ahí, enfrentó el rechazo familiar y debió tener a su hija en una institución benéfica. La crio en soledad, en condiciones muy difíciles, sin acceso a salud ni estabilidad económica.
El hombre murió en 1998. Los restos fueron cremados, por lo que no había chances de realizar un ADN. Cuando la mujer adulta se reencontró años más tarde con una de sus posibles hermanas, le pidió ayuda para confirmar su origen. Esa hermana no lo desmintió, pero tampoco quiso afirmarlo con claridad. Le dio algunas fotos. Después se negó a acompañarla en el pedido de reconocimiento familiar.
El camino al ADN revelador
Finalmente, la mujer recurrió a la vía judicial. Quiso que el apellido que faltaba en su acta de nacimiento apareciera también allí. Lo hizo por identidad.
Una de las hijas del fallecido se presentó en el expediente. Dijo que desconocía si su padre había tenido hijos extramatrimoniales. Aceptó someterse a la prueba de ADN. Como no se contaba con muestras de los progenitores, el análisis comparó los perfiles genéticos de las dos mujeres.
El resultado de la prueba de ADN fue contundente: había una probabilidad del 99,99 % de que fuesen hijas del mismo hombre. El índice de relación biológica fue 160.000 veces mayor que el esperado entre personas sin vínculo alguno. Ninguna de las partes impugnó la pericia.
Ante ese escenario, la jueza de Familia de Cipolletti valoró los elementos del caso: el relato no fue cuestionado, la prueba genética fue clara y el derecho a la identidad se presentó como eje. La decisión ordenó modificar el acta de nacimiento. También autorizó que, desde ese momento, la mujer llevara ambos apellidos. Uno de ellos, el que durante años sólo estuvo en aquellas postales firmadas desde Europa.
Las pruebas de ADN en Río Negro
Los análisis de ADN son cada vez más comunes en la resolución de conflictos judiciales tanto en el fuero de Familia, como en el ámbito penal. Aportan datos claves, e incuestionables si se respeta la cadena de custodia, para identificar personas o lazos familiares.
Durante el 2024, el Laboratorio Forense del Poder Judicial analizó 824 muestras genéticas para resolver conflictos o investigaciones. La Cuarta Circunscripción, con cabecera en Cipolletti, fue la que más análisis de ADN requirió, con 326 testeos.
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