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A los 80, Rubén sigue al frente de la querida imprenta Cipolletti y tiene un gran sueño por cumplir

El comercio continúa en actividad tras más de 50 años y pese a los embates tecnológicos. La historia de don Mir, llena de páginas doradas y un gran deseo.

Por su vigencia laboral, actitud y vitalidad no se nota que acaba de cumplir 80 años. Si hasta le pregunta a su actual compañera “¿a qué hora tenemos gimnasia?” (en verdad treeking) antes de confirmarle a LM Cipolletti en qué momento del día estará disponible para realizar las fotos que ilustrarán la entrevista…

“Es mi vida esto, yo soy feliz al lado de la máquina y así moriré, no tengo otra ambición más que la de trabajar de lo que me gusta”, confiesa el incansable Rubén Mir, apasionado de su oficio como pocos.

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Lo dice con una mezcla de nostalgia y emoción desde la emblemática Imprenta Cipolletti ubicada en JM París y Jorge Newbery, donde “la historia de la ciudad y la región pasa por los archivos que tengo acá”.

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Pero no sólo vive de recuerdos este popular vecino, más allá que los atesora y piensa plasmarlos en algún momento en un libro, sino que continúa en actividad medio siglo después de abrir las puertas de un negocio que es un ícono de Cipo.

La historia de vida de Rubén

Nació en El Maitén, Chubut, donde su familia “tenía un Hotel” y un muy buen pasar. Pero de repente sus padres se fundieron y debieron cerrar y buscar nuevos horizontes.

Así llegó a los 18 al Alto Valle, más precisamente a General Roca y “allí cambió mi vida en todo sentido”. Tanto que “pasé de ser un nene rico o nene bien, que estudiaba en el prestigioso colegio San Carlos de Buenos Aires a laburar en las chacras con la cosecha de uvas, a dormir en el galpón entre las herramientas y el tractor, antípodas de lo que estaba acostumbrado. Ahí empezó mi lucha, tratando de salir del pozo de la mía”, indica con su clásica verborragia y tono de voz pausado.

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“En Roca estuve hasta los 24. Me casé, nacieron mis primeros hijos y me vine a Fernández Oro. No tenía ni donde sentarme o caerme muerto, seco total… Se dio de pronto una chance de comprarme una casa de dos piezas que me vendió un anciano que se iba a un asilo en Neuquén, a pagar en cuotas. Luego pude comprar en Cipolletti hasta que con mucho esfuerzo hice una empresa, un local de imprenta de 200 metros cuadrados, algo soñado”, repasa su historia de vaivenes, logros y un sinfín de vivencias.

La insólita brujería y más anécdotas

Hasta hace un año y medio también administraba un local polirubro en calle Brentana, cerca de la “Coope”, donde recuerda entre risas que un día no pudo abrir porque le habían hecho una brujería en la puerta.

Justo él que no “tengo enemigos ni rencores con nadie”. “Seguro fue algún loco y no le dimos pelota, si bien lavamos la vereda con vinagre y todo. Pero no creo en esas cosas. Cuando alguien mejora o le va bien lo felicito y si está mal lo ayudo. Soy muy recto, eso sí, y leal”, se define al rememorar aquella extraña situación.

A propósito de anécdotas, en la charla afloran una tras otra. “En mis comienzos, de la Universidad del Comahue, en la sede Neuquén, me llamaban para licitaciones y el edificio de la Facultad estaba lejos, allá arriba… (apunta con su dedo bien alto). Yo no tenía en qué moverme y el colectivo me dejaba en el centro y había que caminar por calles de tierra. Así que dentro del malentín ponía los pliegos licitatorios y también los mocasines. Desde el Monumento a la Universidad iba con las zapatillas, llegaba y me ponía los zapatos para entrar presentable jaja”.

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Incluso desde antes de abrir su propia imprenta estuvo ligado a la gráfica y trabajó en los diarios más reconocidos de la zona como litógrafo y hasta incursionó en “fotoperiodismo”. Después sí llegó el tiempo de escribir su propia historia y de armar una verdadera revolución con la Imprenta Cipolletti, una marca registrada en el Alto Valle y toda la Patagonia.

“Hace 51 años la compré y en su momento fuimos la imprenta más importante de la región. El libro de los 100 años de Cipolletti, Voces de mi ciudad lo imprimimos nosotros. Se hizo a través del Centro de Escritores en base a relatos de los vecinos y le encantó al intendente Buteler a quien le regalé uno el año pasado”, destaca con el orgullo a flor de fiel.

El emprendimiento creció y realizó resonantes labores que hoy repasa reconfortado por semejante trayectoria. “De la represa de Pichi Picún Leufú nos dieron pliegos licitatorios de carácter internacional, no cualquiera tiene acceso a eso, un trabajo de una responsabilidad tremenda”, destaca halagado al mirar hacia atrás.

Referencia en toda la Patagonia

Para que se tome dimensión del valor histórico de su imprenta, aporta datos sorprendentes: “La última orden de compra abierta de Hidronor la tuve yo, era proveedor. La última licitación importante de Gas del Estado para toda la Patagonia la imprimí acá. Les señé boletas a la Municipalidad de Cipolletti, de Cinco Saltos, a la de Roca, de Viedma, las de pagos de impuestos mensuales. Mismo a la Municipalidad de San Antonio, actualmente trabajo con la de General Conesa”.

Su largo alcance iba “desde Río Colorado a San Martín de Los Andes y de Santa Rosa hasta El Bolsón, amplísima zona y por suerte varios me siguen eligiendo. Y otra perlita: también hicimos los afiches del famoso festival Isla Rock que se hizo en la Isla Jordán”, evoca con una memoria prodigiosa.

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Cuenta que en su mejor momento, a fines de los 90’, su pyme llegó a tener 15 operarios. Pero entre los sucesivos gobiernos “que nos fueron cerrando el mercado y los tiempos que cambiaron”, con la explosión tecnológica, en el presente se las arregla “solo con el auxilio de la familia, que siempre da una mano”.

Es que “se redujo infinitamente la clientela, quedan solo clientes pequeños en el 90 % de los casos”, admite aunque no reniega del progreso.

“Soy muy amigable con la tecnología, a la región en su momento trajeron 5 computadoras profesionales, 2 se quedó un diario, dos la Provincia y la quinta yo, entendí que era el futuro y le volqué toda mi experiencia”, explica su fácil adaptación a los cambios.

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Hoy el trabajo diario de quien se considera “mitad cipoleño y mitad de El Mailtén” se basa más que nada en “facturación, ya que siempre alguien necesita alguna factura manual y ediciones de libro…”.

Un sueño y páginas de gloria

Hablando de elegir, confiesa que enviudó “dos veces pero estoy bien en pareja. Tengo 4 hijos, 4 nietos y 2 bisnietos. Me gusta compartir en familia y ser dueño de mi vida, de mis tiempos, de mis cosas, no depender de nadie. Tengo mi auto, mi casa, mi imprenta, mi casa en Las Grutas para hacerme cada tanto una escapadita. ¿Qué más puedo pedir?”.

Ex jugador de fútbol en Tiro Federal de Roca, cuando el Naranja -Deportivo Roca- aún no había nacido, su gran hobby es el “tiro al blanco”, tanto que se convirtió en socio fundador del Cipolletti Tiro Club.

Siempre “pegado a la cultura y a la gráfica”, escribe poemas que llegaron a leerse en “la Fiesta de la Manzana y ganaron primeros premios”, se anima también “con alguna que otra milonga” y sueña con “redactar la historia de mi vida, ya que vive la transición de un siglo a otro a pleno”.

Una parte de esa historia llena de “páginas de gloria” se la contó a LMC. Con el sello de Rubén. Si es por él, que nunca ¡paren las rotativas!

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